Seeking the Face of the Lord
El obispo Bruté llega a Vincennes y comienza
a construir la diócesis
El 28 de octubre de 1834, el día de la festividad de los apóstoles Simón y Judas, el obispo Joseph Rosati consagró al obispo Simon Bruté en St. Louis. Quería que se le consagrara en la festividad del Santo Rosario debido a su devoción a la Santa Madre, pero había poco tiempo para los preparativos. El obispo John Baptist Purcell de Cincinnati predicó para la ocasión. Eligió como texto: “Simón, ¿me amas más que éstos?” El Evangelio de la misa fue “El sirviente no es más que Su Amo”.
Al día siguiente el obispo Bruté emitió una carta pastoral a su pueblo. (El obispo Purcell hizo que se la imprimieran.) “Tan indigno como soy de tan grande honor, y para mí mismo, tan poco apto para la tarea, mi única confianza está en Dios, y por lo tanto, les pido encarecidamente sus oraciones para que pueda yo recibir Su asistencia divina y llegar a convertirme en su pastor principal.”
Colocó su catedral bajo el patronato de San Francisco Xavier, patrón de los misionarios y colocó su diócesis bajo el patronato de Nuestra Señora “hacia quien ha estado dirigido el espíritu de la Iglesia a través de los tiempos, y para quien todos los cristianos deberían dedicar la devoción más afectuosa.”
El obispo Bruté llegó a Vincennes una semana más tarde. Su anciano amigo, el obispo Benedict Joseph Flaget de Bardstown, quien había sido misionario en Vincennes 46 años antes, lo instaló inmediatamente.
En una carta a una fundación de caridad austriaca el obispo Bruté describió su catedral: “La iglesia catedral, es un edificio de ladrillo simple de 115 pies de altura y 60 de ancho, conformado por cuatro paredes y un techo, sin rematar y ni siquiera blanqueados; no cuenta con santuario, ni lugar para preservar las vestimentas y las vasijas sagradas. Tan solo un altar simple de madera con un sagrario primorosamente dorado y una cruz y seis hermosos candelabros, obsequio de Francia, que hacían un gran contraste con la pobreza y la extrema decadencia del lugar. La casa construida para los misionarios y ahora la residencia episcopal, consta de una pequeña y cómoda habitación con armario, de 25 pies por 12, pero sin bodega abajo o buhardilla arriba; al costado de la iglesia se encuentra una pequeña parcela para un jardín y del otro lado se encuentra el cementerio católico.” Cerca se hallaba un establo “listo para el caballo del obispo cuando pueda obtener uno.”
El obispo Bruté describió en detalle las circunstancias de su catedral para ilustrar la pobreza de su nueva diócesis y su necesidad apremiante de recibir ayuda para cubrir las necesidades básicas. Pedía asistencia para costear la educación de “hombres jóvenes dedicados al sacerdocio y construir instituciones de caridad para huérfanos y demás, sin lo cual la religión nunca podrá arraigarse firmemente.”
Al comienzo, el ministerio del obispo se concentró principalmente en Vincennes. Escribió que el pueblo era “en su mayoría descendientes de franceses, pobres, iletrados, pero con una disposición abierta y viva que revela su origen. Conservan su fe, aman a sus sacerdotes, pero son negligentes a la hora de cumplir con sus deberes religiosos. También son muy negligentes para enseñar a sus hijos las oraciones y el catecismo y esto hace que ellos mismos los olviden.”
En algunos sectores el nuevo obispo no fue bien recibido. Un ministro escribió en un artículo en un periódico protestante: “Probablemente estarán al tanto de que el Papa ha establecido recientemente en este país tan rico y abandonado, una diócesis con Vincennes como la sede designada. Así es, ‘el hombre del pecado’ ya se ha establecido aquí y el ‘misterio de la iniquidad’ está empezando a obrar de manera espantosa. El nuevo obispo consagrado acaba de llegar con dos sacerdotes y ha tomado posesión indiscutible del pueblo más importante del estado en la actualidad.” Un hombre de Evansville quien leyó acerca del “hombre del pecado” llegó a Vincennes y anunció que venía para verlo por sí mismo.
“¿El hombre del pecado? ¿Se refiere a mí? Le preguntó el obispo Bruté.
“Sí, señor, me refiero a usted. Me dijeron que podría verlo con toda su infernalia”, dijo el hombre.
“Querrá decir parafernalia, supongo. Bueno, pase adelante y veremos en qué le puedo ayudar.” El obispo se puso su cruz pectoral, una capa y una mitra y sujetó su báculo para que el hombre lo viera.
“Ahí lo tiene – le dijo – ahora ha visto al hombre del pecado. Ahora puede irse a casa y contarle a la gente de Evansville sobre él.”
“Eso haré, señor. Es cierto, no es más que parafernalia, como usted dijo. Me habían dicho que era infernalia.”
A partir de este ambiente primitivo, en cinco cortos años el impávido obispo Bruté fundaría su diócesis sobre una base sólida.
(La próxima semana: El obispo Simon Bruté busca sacerdotes que le ayuden a difundir la fe en la nueva Diócesis de Vincennes.) †