June 23, 2006

Seeking the Face of the Lord

Los trabajadores caritativos deben estar ‘personalmente presentes’ dedicándose a sí mismos

Los medios de comunicación de masas han como empequeñecido hoy nuestro planeta, acercando rápidamente a hombres y culturas muy diferentes. Si bien este ‘estar juntos’ suscita a veces incomprensiones y tensiones, el hecho de que ahora se conozcan de manera mucho más inmediata las necesidades de los hombres es también una llamada sobre todo a compartir situaciones y dificultades. Vemos cada día lo mucho que se sufre en el mundo a causa de tantas formas de miseria material o espiritual, no obstante los grandes progresos en el campo de la ciencia y de la técnica. Así pues, el momento actual requiere una nueva disponibilidad para socorrer al prójimo necesitado.”

Las imágenes vívidas de la pobreza increíble que experimentan continentes tales como África y países como India, son perturbadoras. El Papa Benedicto XVI escribió: “La solicitud por el prójimo, pues, superando los confines de las comunidades nacionales, tiende a extender su horizonte al mundo entero.” El Papa reconoce la asistencia humanitaria que ofrecen solidariamente las naciones en todo el mundo.

Hemos experimentado episodios impresionantes de desastres naturales que ilustran el tema central de esta parte del mensaje del Papa en su encíclica “Dios es amor.” Los efectos devastadores del maremoto ocurrido en el Lejano Oriente tuvieron una repercusión casi instantánea y visual en todo el mundo. La respuesta global inmediata fue reconfortante.

En nuestro propio país los efectos catastróficos de Katrina y Rita en Louisiana y Mississippi resultaban cada vez más impresionantes a medida que recibíamos imágenes televisadas en nuestros hogares.

Estos eventos han proporcionado oportunidades para poner en práctica importantes formas de cooperación entre el estado y las iglesias.

A consecuencia de la tragedia del maremoto, la organización Catholic Relief Services trabajó conjuntamente con las entidades gubernamentales para proporcionar una ayuda considerable, especialmente a la gente pobre.

Como resultado de los desastres de los huracanes ocurridos en el Sur, Catholic Charities USA, la organización Catholic Extension Society, nuestras diócesis y otras organizaciones colaboraron con los gobiernos estatales y municipales para proporcionar ayuda a aquellas personas cuyas vidas habían quedado destruidas.

El Santo Padre escribió: “Un fenómeno importante de nuestro tiempo es el nacimiento y difusión de muchas formas de voluntariado que se hacen cargo de múltiples servicios. A este propósito, quisiera dirigir una palabra especial de aprecio y gratitud a todos los que participan de diversos modos en estas actividades.”

En nuestro país pensamos en las camionetas llenas de voluntarios tales como carpinteros, policías, trabajadores de todos los oficios, miembros de la profesión médica y todos aquellos que se enrumbaron hacia Mississippi y Louisiana para ayudar en tiempos de crisis.

El Papa escribió: “Esta labor tan difundida es una escuela de vida para los jóvenes, que educa a la solidaridad y a estar disponibles para dar no sólo algo, sino a sí mismos. De este modo, frente a la anticultura de la muerte, que se manifiesta por ejemplo en la droga, se contrapone el amor, que no se busca a sí mismo, sino que, precisamente en la disponibilidad a ‘perderse a sí mismo’ (cf. Lc 17, 33 y par.) en favor del otro, se manifiesta como cultura de la vida.”

Cuando leo estas palabras del Santo Padre, pienso en los 110 jóvenes y jóvenes adultos de nuestra arquidiócesis que se subieron a unas camionetas rumbo a Mississippi en las vacaciones de primavera de 2006 para ayudar a los pobres hermanos que trataban desesperadamente de recuperarse del Huracán Katrina. El trabajo de restauración fue una tarea difícil, como por ejemplo ayudar a trasladar escombros, limpiar fango en los hogares afectados, limpiar baños, en fin, cualquier cosa que un cuerpo joven y fuerte pudiese soportar.

Más importante aun: su servicio a los necesitados estaba entrelazado con oportunidades para asistir a misa y para la oración. Fue una verdadera misión de caridad cristiana.

Tuve el privilegio de celebrar la misa con un grupo de jóvenes cansados al día siguiente de su regreso a Indiana. Estos jóvenes y jóvenes adultos se sintieron profundamente afectados en esencia por esta experiencia.

La forma cómo los grupos de jóvenes y jóvenes adultos católicos y sus guías sirvieron en Mississippi también ilustra un aspecto importante que el Santo Padre expone en su encíclica. Escribió: “Por tanto, es muy importante que la actividad caritativa de la Iglesia mantenga todo su esplendor y no se diluya en una organización asistencial genérica, convirtiéndose simplemente en una de sus variantes.” Indicó que los seres humanos necesitamos algo más que cuidados adecuados. Necesitamos calor humano, un cuidado de corazón.

A este respecto, el Santo Padre dijo que los trabajadores caritativos necesitan formación del corazón. Al igual que nuestros jóvenes y jóvenes adultos, los trabajadores caritativos deben estar “personalmente presentes” entregándose a sí mismos.

“El programa del cristiano—el programa del buen Samaritano, el programa de Jesús—es un ‘corazón que ve’. Este corazón ve dónde se necesita amor y actúa en consecuencia.”

En ocasiones la caridad católica se percibe como proselitismo. El Papa dice que éste no debe ser nuestro propósito, pero eso tampoco significa que las actividades de caridad deben de alguna manera hacer a Dios y a Cristo a un lado. Muchas veces la raíz del sufrimiento es la aparente ausencia de Dios.

Escribió: “El cristiano sabe cuándo es tiempo de hablar de Dios y cuándo es oportuno callar sobre Él, dejando que hable sólo el amor.” †

 

 

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