November 24, 2006

Buscando la Cara del Señor

El servicio a este reino y a Cristo Rey es nuestra vocación compartida

El último domingo del año litúrgico es la solemnidad de Cristo Rey. De cierta forma esta festividad invita a la reflexión sobre el misterio de la vida de Cristo y el significado de su reino.

Pilato colocó la inscripción sobre su cabeza en la cruz que rezaba: “Este es el rey de los judíos.” Esto era una doble burla. Pilato, quien ordenó que la inscripción se colocara en la cruz, era romano y se burlaba de los judíos. Algunos líderes y soldados judíos y uno de los delincuentes se burlaron de la persona llamada Jesús.

En la madrugada de la noche oscura de su Pasión, Jesús se paró frente a Pilato llevando una corona. Fue la primera y única vez que llevara una corona; era una corona de espinas y lo que es peor: una corona de burla. Empuñaba una caña “que se dobla con el viento” como cetro, lo cual es supuestamente un símbolo de poder. Se le vistió con una vieja capa violeta sobre los hombros. Más adelante arrastró la cruz común de los delinquentes que llevaba la inscripción “Este es el rey de los judíos.”

La doble burla no era simplemente el entretenimiento absurdo de unos cuantos borrachos. Se trataba de líderes y soldados enojados a quienes se les había provocado hasta llegar al punto de la ira. Pilato y los líderes judíos estaban conscientes de que Israel esperaba un poderoso líder político, un gran rey como David.

Y aparece este errante de 30 años llamado Jesús, afirmando que era el hijo de David y que el reino de Dios había llegado. Y la gente empezaba a tomárselo en serio. Esto atemorizó y enojó a los líderes.

Jesús anunció: “La espera ha terminado; el reino de Dios está cerca. Enderezad vuestros caminos; creed las buenas nuevas.” Predicaba el reino de Dios. No negó abiertamente que fuera el rey. De hecho, se hizo responsable por nuestras vidas, nuestras propias almas, nuestras deudas y nuestros pecados. Pero se negó a la ostentación y la ceremonia.

Al igual que un rey, comandó y organizó un séquito. A diferencia de un rey, no se construyó un palacio y no prometió riquezas materiales a sus seguidores. Les pidió que fueran pobres, que hicieran la paz, que pusieran la otra mejilla y que se esforzaran.

A los ojos de la mayoría de sus contemporáneos, Jesús era un tonto. Al menos un agitador. A los ojos de la mayoría de nuestros contemporáneos, Cristo y lo que él representa todavía siguen siendo absurdos.

Hoy en día se utilizan palabras más refinadas: anacrónico, anticuado, utópico, desatinado, extremista. Para sus contemporáneos, los seguidores de Jesús eran tontos. Para muchos de nuestros contemporáneos, aquellos que seguimos a Cristo somos tontos.

Nuestro rey perdió una batalla insignificante en aquel momento, hace 2000 años. Ciertamente murió como un delincuente, con una sentencia de burla sobre su cabeza. Ganó la más grande de las batallas cuando conquistó la muerte y el pecado.

Estamos agradecidos por ello, pero hoy en día lo admiramos especialmente por cómo organizó nuestro reino. Valientemente arrojó las trampas que separan a los reyes de sus pueblos. Primero que nada, su reino está dedicado al servicio genuino: vino a alimentar a los hambrientos, a curar a los enfermos, a llevar buenas nuevas a los pobres y a liberar a los cautivos.

Su reino también exige servicio. Esta maravillosa festividad es una excelente ocasión para rezar sobre nuestras expectativas del reino de Dios entre nosotros y qué papel desempeñamos para que se haga realidad. Es una buena oportunidad para rezar sobre la expresión de servicio que Cristo nos pide en su tipo de reino.

En la época actual, nuestras manos son las que alimentan a los hambrientos y curan a los enfermos. Solamente por medio de nuestro ministerio de cooperación se pueden difundir las buenas nuevas y liberar a los oprimidos. Somos los corazones, las manos y las voces de Cristo entre nosotros.

Así es como el reino cobra vida hoy en día, por medio de nuestras manos: las manos de los obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos y laicos, todos trabajando juntos.

Por medio de nuestro ministerio conjunto, Cristo Rey lleva a cabo su misión aun hoy en día, aun entre nosotros, hasta que vuelva con gloria.

Eso es lo que queremos expresar cuando decimos que el reino de Dios está cerca. Eso es lo que queremos expresar cuando decimos que el reino de Dios está en nuestros corazones. Bajo esa premisa es que rezamos “venga a nosotros tu reino…”

El servicio a este reino y a Cristo Rey entre nosotros es nuestra vocación compartida. Esa es la conclusión.

Y es por ello que algunos nos consideran tontos. Estamos en muy buena compañía. †

 

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