Buscando la
Cara del Señor
Imitando la amable generosidad de Dios durante el Adviento y la Navidad
En el Salmo 96 leemos: “Entonces todos los árboles del bosque cantarán con gozo delante del SEÑOR, porque Él viene.”
En nuestra liturgia de Adviento, estas palabras se han unido a las de otros salmos.
“Montañas y colinas cantarán de gozo ante Dios y todos los árboles del bosque aplaudirán porque el Señor, el jerarca, viene a un reino eterno.”
El Papa Benedicto XVI en una recopilación inicial de sus homilías indicó: “Nuestros árboles de Navidad decorados no son más que un intento por hacer que estas palabras se hagan visibles. El Señor está allí. Nuestros ancestros creían esto y por lo tanto, los árboles del bosque tenían que conocerlo, postrarse ante él y ser un cántico de alabanza para su Señor. También creían esto con tanta vehemencia que las montañas y colinas que cantaban delante del Señor se tornaron en una realidad viviente para ellos. Ellos mismos comenzaron a cantar de gozo y ese canto se puede escuchar todavía hoy en día, a fin de que nosotros también podamos tener un indicio de la cercanía del Señor, ya que el hombre sólo puede recibir dichos sonidos cuando el Señor se encuentra muy cerca de él” (Buscando el rostro de Dios, Franciscan Herald Press, 1982, p. 80).
Debo admitir que cuando mi padre, mi hermano y yo salíamos a buscar un cedro para usar como árbol de Navidad en la granja del abuelo Buechlein no había entendido nada de eso. La decoración del árbol era especial y sabía que era una cálida tradición, pero no hacía la conexión con los salmos del Viejo Testamento.
Supongo que vagamente sí sentía la conexión entre el significado sagrado del Adviento y la Navidad ya que por ninguna otra razón nos habríamos dado a la tarea de hallar ese árbol y decorarlo.
Sentí la presencia del Señor más directamente en la Misa de Gallo en la increíble iglesia San José en Jasper, mientras cantábamos “Noche de paz” (Stille nacht), en su versión original en alemán, acompañados de arpa y otros instrumentos de cuerda. Tuve “un indicio de la cercanía del Señor.”
El Santo Padre prosiguió: “Aun una costumbre aparentemente tan terrenal como nuestras actividades navideñas tiene sus raíces en la liturgia del Adviento de la Iglesia, la cual se hace eco de las maravillosas palabras del Viejo Testamento: ‘En aquel día los montes destilarán vino dulce, las colinas manarán leche.’ Fue por medio de palabras como éstas que los hombres antiguos expresaron la quintaesencia de sus esperanzas en un mundo redimido y sus pensamientos encontraron eco en nuestros ancestros cuando celebraron Navidad como la época en la que Dios se hizo verdaderamente presente. Si viene en Navidad, él reparte la miel y entonces deberá ser cierto que la tierra fluye con ella. Por lo tanto, donde él está no puede haber amargura. En su presencia el cielo y la tierra se encuentran en armonía y Dios y los hombres se hacen uno. La miel y todas las cosas dulces de la Navidad son un símbolo de su paz, armonía y gozo. … Todos estos elementos se unen en nuestro júbilo de que Dios vino como un niño quien nos invita a creer como lo hacen los niños, para entregarnos a nosotros mismos y permitirnos recibir” (p. 80-81).
El turrón de mi mamá y los caramelos eran dulces tradicionales de Navidad, pero nuevamente, yo no hacía la conexión bíblica. Sin embargo, cuando leo y reflexiono sobre las palabras del Santo Padre en años anteriores, éstas cobran un sentido intuitivo para mí.
Ciertamente los árboles de Navidad decorados, los hermosos caramelos y el intercambio de regalos parecen haber perdido su conexión espiritual con la intención cristiana original. Y la nuestra no es necesariamente una cultura que promueva la confianza ingenua.
Pero el punto que quiero demostrar es sencillo. Con los ojos de la fe reforzados por la gracia de la época de Adviento podemos revestir los enseres del Adviento y la Navidad con su antiguo significado espiritual.
Cuando vemos nuestros árboles decorados, cuando disfrutamos de nuestras actividades navideñas ¿acaso no podemos realizar la conexión bíblica en nuestros corazones?
Podemos celebrar esta navidad y las maravillas de la temporada con un entendimiento profundo y agradecido de que esta es la época cuando “Dios se hizo verdaderamente presente.”
Que un significado más profundo impregne nuestras intenciones cuando intercambiemos regalos de Navidad: Damos y recibimos bajo el entendido de que estamos imitando la amable generosidad de Dios—después de todo lo que Él mismo nos dio.
Hagámonos el firme propósito de no permitir que el significado espiritual de nuestros obsequios se pierda en el suelo con los papeles de regalo tirados. De este modo, el significado de los regalos intercambiados no se desvanecerá rápidamente en la tarde de Navidad.
El Adviento y la Navidad nos brindan una oportunidad espiritual para recuperar nuestra cultura cristiana tal y como debe celebrarse en el esplendor de la temporada. Es cuando “Dios se hizo verdaderamente presente.” Su nombre es Jesús. †