Buscando la
Cara del Señor
La valentía es una gracia de Dios
He recibido muchas tarjetas hechas a mano deseándome una pronta mejoría de parte de los estudiantes de los programas de educación religiosa de nuestras escuelas y parroquias.
Compartí algunos de sus mensajes en una columna anterior. Un jovencito llamado Bryan envió su tarjeta más tarde ya que había estado ausente cuando sus compañeros de clase elaboraron las suyas.
Después del saludo (“Querido Arzobispo”) y su preocupación por mi salud, escribió: Me llamo Bryan. Voy a la escuela católica St. Roch. Tengo 12 años y estoy en sexto grado. Juego fútbol americano y baloncesto en la escuela. Mi deporte favorito es el baloncesto. Mi materia preferida es Estudios Sociales. Mi actividad extracurricular favorita es la práctica de ortografía. Mi equipo de fútbol americano predilecto es los Giants.”
Seguidamente, al pasar la página, hay una anotación extraordinaria bajo el título “Valentía.”
Escribió: “La definición de valentía es difícil de memorizar. Pero afortunadamente para todos, es fácil de describir. Es la capacidad de seguir adelante cuando nos tocan tiempos difíciles. Tiempos en los que entregamos todo lo que tenemos, a pesar de estar agotados. Por eso recuerde, Arzobispo, que aunque los tiempos sean difíciles, aún tiene la gracia de Dios, así que manténgase siempre contento. Atentamente, Bryan Rush.”
Me sentí conmovido e impresionado por el mensaje tan profundo y apropiado de Bryan.
En muchos aspectos me he dado cuenta de que mi cáncer es un obsequio de Dios en el sentido de que me ha dado la oportunidad para detenerme, evaluar mi ministerio como arzobispo y apreciar nuevamente la bondad de la gracia amorosa de Dios.
Fue y es más fácil percibir que la Pascua llega desde la Cruz. No existe otra manera. En ocasiones, cuando estaba despierto muy temprano en la mañana, recorría el Vía Crucis. Ciertamente ha sido una de las experiencias más significativas que he vivido con esa devoción.
El llamado a la valentía de Bryan resaltó lo que ya sabía que debía hacer. Su perspicacia me proporcionó un excelente estímulo.
En las lecturas de las Escrituras posteriores a la Pascua, leemos sobre la valentía de los Apóstoles y los discípulos después de la Resurrección y Ascensión de Cristo.
San Juan Crisóstomo escribió: “Ignoraron el peligro de la muerte … olvidaron qué pocos eran; nunca se dieron cuenta de cuántos estaban contra ellos, ni del poder, la fuerza ni la sabiduría de sus enemigos. Su poder era superior a todo ello: el suyo era un poder que provenía de aquel que había muerto en la Cruz y había resucitado.” (Homilías sobre San Mateo, 4)
He aquí un ejemplo más reciente, tomado de una homilía del Padre Pat Beidelman, rector de la Catedral de San Pedro y San Pablo en Indianápolis quien se encuentra actualmente de licencia en Roma para completar sus estudios de postgrado sobre teología litúrgica.
Durante la primera parte de la Primera Guerra Mundial, el periódico New York Times publicó una carta al editor con fecha 18 de abril de 1915, sobre la muerte de un joven sacerdote francés, Abbé Thinot, quien era párroco de la gran catedral en Reims, en el noreste de Francia.
El párroco murió a millas de Reims, abaleado por las fuerzas alemanas mientras atendía a soldados franceses heridos. Al momento de su muerte, era muy conocido en Francia y en Estados Unidos por sus acciones seis meses antes en la catedral de Reims.
El 4 de septiembre de 1914, los alemanes entraron en el pueblo de Reims, lo ocuparon durante algunos días y luego se retiraron cuando las fuerzas francesas recobraron la ciudad.
Durante la retirada, varios soldados alemanes resultaron heridos, quedaron rezagados y bajo la dirección del Padre Thinot fueron llevados a la catedral para que la Cruz Roja Francesa los atendiera.
El 18 de septiembre los alemanes bombardearon la ciudad y la catedral. Las bombas prendieron en llamas los andamios que estaban afuera de la iglesia, el techo se incendió y posteriormente el piso que estaba cubierto de paja para que los soldados alemanes se acostaran. Un corresponsal de guerra estadounidense describió lo que sucedió a continuación:
“Abbé Thinot, un sacerdote joven, atlético y robusto, y el venerable Arzobispo Landreux [de Reims] pidieron voluntarios y, ayudados por las enfermeras y médicos de la Cruz Roja, arrastraron y sacaron del edificio por la puerta norte a los heridos descontentos. Pero luego de llevarlos a un lugar seguro, sus cargas se enfrentaron a un nuevo peligro. Enardecidos ante la escena de sus propios difuntos, habiendo perecido en el bombardeo cuatrocientos ciudadanos, y por la pérdida de su catedral, el pueblo de Reims que se había reunido en torno al edificio en llamas, reclamó las vidas de los prisioneros alemanes. ‘Son bárbaros,’ gritaron. ‘¡Mátenlos!’
“Lo que sucedió a continuación no puede repetirse lo suficiente. El Arzobispo anciano y el joven Abbé Thinot, se interpusieron entre la muchedumbre y los heridos. Con una indignación espléndida, con perfecta valentía, se plantaron ante los rifles apuntados.
“ ‘Para matarlos a ellos—gritaron—deberán matarnos a todos nosotros primero.’
“… La historia del joven sacerdote y el Arzobispo con la catedral en llamas tras ellos... vivirá siempre en los anales de esta guerra y de la Iglesia.”
La valentía es una gracia, “así que manténgase siempre contento.” †