Alégrense en el Señor
La ayuda mutua entre las parroquias es una señal de unidad y de solidaridad
La semana pasada escribí acerca de la necesidad de crearnos una visión global. La Arquidiócesis de Indianápolis forma parte de la Iglesia universal que está llamada a expresar esa realidad a través de una solidaridad significativa con sus homólogas en otras partes del mundo. Sin embargo, nuestra experiencia más inmediata con la Iglesia es a través de las comunidades de fe locales, normalmente las parroquias unidas bajo el ministerio de un mismo obispo para formar una diócesis o una Iglesia específica.
La arquidiócesis no es un archipiélago compuesto de parroquias que viven en espléndido aislamiento con respecto a las demás. Se trata de una red de comunidades y los lazos que existen entre ellas deberían traducirse en una solidaridad manifiesta.
Existen algunos factores que contribuyen al bienestar de las parroquias; otros, representan una seria amenaza para el ministerio y para el prospecto del futuro de dichas comunidades.
Uno de los elementos que puede resultar una carga muy pesada para una parroquia son las deudas. Aquí en el centro y el sur de Indiana tenemos parroquias sin deudas. También tenemos parroquias que arrastran deudas relativamente modestas, por lo general como resultado de la construcción de nuevas instalaciones o de la remodelación de edificios existentes. Sin embargo, la mayoría de la gente de nuestra arquidiócesis se sorprendería al descubrir—tal como me sucedió a mí al llegar—que muchas de nuestras comunidades parroquiales se encuentran ahogadas en deudas; y se sorprenderían todavía más, al igual que yo, al descubrir que no solamente las parroquias en zonas urbanas o rurales se ven aquejadas por el peso de enormes deudas.
Las deudas pesadas hacen que sea muy difícil para las parroquias participar en los tipos de ministerios que se necesitan urgentemente hoy en día en todas las regiones de nuestra arquidiócesis. Cuando una comunidad parroquial tiene dificultades para pagar el interés de su deuda (y ni qué decir de la amortización), le resulta casi imposible desempeñar su misión a plenitud y eficazmente.
Francamente, es increíble que tantas parroquias plagadas de deuda se desempeñen tan bien gracias a los generosos parroquianos y a la dedicación de pastores y compañeros de trabajo. Pero esta no es una situación que puede continuar indefinidamente si estamos llamados a atender las crecientes necesidades espirituales, sacramentales y sociales de nuestro pueblo y llevar el Evangelio a las personas que no conocen a Jesucristo.
Las parroquias endeudan por distintos motivos. Tal vez sea a consecuencia de los préstamos asumidos para la realización de nuevas construcciones o de remodelaciones necesarias. La deuda puede ser producto de un sentido de administración poco desarrollado de los parroquianos que no aceptan la realidad de la importancia de su participación para apoyar la misión de su comunidad. Una mala administración por parte del liderazgo pastoral o la falta de supervisión por parte de las oficinas centrales de la arquidiócesis puede incrementar o prolongar la deuda de la parroquia.
Hay dos tipos de parroquias que me preocupan particularmente. Primero están las comunidades urbanas que ostentan varios edificios. Estas instalaciones fueron construidas hace años por los parroquianos y, en su mayoría, están bien mantenidas. Sin embargo, la comunidad parroquial actual quizás sea más pequeña y menos afluente que la generación que “construyó la parroquia.” Como consecuencia, estas parroquias luchan contra el peso cada vez más grande y subyacente del mantenimiento, los impuestos, las primas del seguro y otras deudas.
La otra categoría incluye a las parroquias que se han fundado en época reciente. Estas comunidades deben construir instalaciones para atender las necesidades crecientes de sus integrantes. Como consecuencia, estas parroquias asumen fuertes deudas durante los primeros años de existencia y deben dedicar una parte importante de su ingreso a la satisfacción de dichas deudas.
Durante mis viajes por todo el centro y el sur de Indiana he conocido a líderes pastorales y parroquianos de cada una de las regiones de nuestra arquidiócesis, y me he preguntado si habría algo que pudiéramos hacer para solucionar este grave problema.
Ciertamente la arquidiócesis debe promover una administración confiable y eficaz que se traduzca en un sentido de responsabilidad compartida entre los católicos con el ministerio actual y para el prospecto del futuro en su propia comunidad. Por mi parte, solicitaré un compromiso de responsabilidad todavía mayor a los líderes pastorales en cuanto a la administración económica de sus parroquias. Asimismo, me cercioraré de que las oficinas centrales de la arquidiócesis proporcionan el apoyo y la supervisión necesarios para el desenvolvimiento de la vida fiscal de nuestras comunidades parroquiales. ¿Acaso debemos hacer más?
Quizás debamos considerar la imagen bíblica del “jubilee.” El Libro de Levíticos (Lv 25:1-55) describe el jubileo como un momento para dejar que la tierra descanse y que todo aquello que se haya producido naturalmente sea compartido por todos, propietarios y siervos por igual. Se trataba de la época para liberar a los esclavos y de devolver a su dueño original la tierra que había sido vendida o retenida como garantía de un préstamo. El jubileo también era la época para cancelar deudas. “Cada siete años perdonarás toda clase de deudas” (Dt 15:1-2). ¿Acaso es esta una de las nuevas oportunidades que nos brinda el Espíritu Santo?
A medida que participamos en la planificación pastoral durante los próximos meses, estaré planteando la siguiente interrogante: “¿Qué podemos hacer todos nosotros para ayudar a las parroquias aquejadas de deudas? ¿De qué manera podemos trabajar unidos como parroquias que ayudan a otras parroquias pertenecientes a una Iglesia local unificada, para garantizar que se lleve a cabo la misión de Cristo en las diversas comunidades del centro y del sur de Indiana?”
La semana pasada los exhortaba a “pensar a escala mundial y actuar localmente.” La ayuda mutua entre las parroquias sería una buena forma de expresar nuestra unidad y solidaridad como una sola familia de fe. †
Traducido por: Daniela Guanipa