Cristo, la piedra angular
María, portal al cielo, nos muestra el camino hacia su Hijo
“A lo largo de los siglos, la Iglesia ha acudido a la Santísima Virgen María para acercarse más a Jesucristo. Se han creado muchas formas de devoción hacia la Madre de Dios que nos ayudan a lograr esto. María acepta la voluntad divina y escoge libremente cooperar con la gracia de Dios, cumpliendo de esa forma con un papel crucial en el plan de Dios para nuestra salvación.”
(Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos)
¿Alguna vez se ha fijado en que muchas de las parroquias de nuestra arquidiócesis, la Iglesia en el centro y el sur de Indiana, tienen nombres en honor a la Santísima Virgen María? Muchas más que las dedicadas a otros santos y casi el doble de la cantidad de parroquias cuyos nombres hacen referencia al mismo Señor.
Es evidente que nuestra arquidiócesis es reflejo de la sólida devoción hacia María que trajeron nuestros padres, abuelos y bisabuelos a Indiana, la “Encrucijada de Estados Unidos.”
Los nombres de nuestras parroquias marianas, tomados de las numerosas advocaciones en honor a nuestra Santa Madre, también son testimonio de nuestra devoción hacia la Madre de Dios. Ocho de nuestras parroquias sencillamente se llaman “Santa María” y se distinguen únicamente por los nombres de sus respectivos poblados. Otras contienen “Santa María” con otras advocaciones, tales como “Santa María de los Bosques” o “Santa María de Knobs.”
La fórmula “Nuestra Señora” también se usa frecuentemente, como es el caso de Nuestra Señora de Lourdes y Nuestra Señora de la Gruta.
Por último, tenemos parroquias llamadas Anunciación, María, Reina de la Paz, Inmaculado Corazón de María, Inmaculada Concepción, Santo Rosario y Virgen Dolorosa.
Dondequiera que uno viaje en el centro y el sur de Indiana, se encontrará una parroquia bautizada en honor a la Santísima Virgen María, el portal al cielo.
Por supuesto que nos sentimos orgullosos de todas nuestras parroquias y la formidable cantidad de santos y otras designaciones (como por ejemplo, Ángeles Sagrados, Santa Cruz, Sagrada Familia, Santo Nombre de Jesús y muchos más) son símbolos de la fe que proclamamos todos los días como discípulos misioneros que se reúnen en comunidades parroquiales para rendir culto, enseñar y servir en nombre de Cristo.
Durante el mes de octubre honramos a María de un modo especial: recordamos su aceptación de la Palabra de Dios, su fidelidad a su Hijo en los momentos buenos y en los malos, sus discretos aportes a la vida de la Iglesia incipiente y su constante intercesión en nombre de todos sus hijos en el transcurso de los últimos dos milenios.
María es la madre de Dios y nuestra madre, y como diría santa Teresa de Calcuta: “A través de María llegamos a Jesús.” Esto es lo que queremos decir cuando la llamamos “el portal” hacia su divino Hijo. María nos guía, siempre que estemos dispuestos a seguirla, y es una guía certera, especialmente en momentos tumultuosos.
En su encíclica “Deus Caritas Est” (“Dios es amor”), el papa Benedicto XVI afirma: “Entre los Santos, sobresale María, Madre del Señor y espejo de toda santidad. [...] María es, en fin, una mujer que ama. ¿Cómo podría ser de otro modo? Como creyente, que en la fe piensa con el pensamiento de Dios y quiere con la voluntad de Dios, no puede ser más que una mujer que ama” (#41).
El amor de María, producto de su fe, es lo que buscamos imitar como discípulos misioneros de Jesucristo. Con María y todos los santos, estamos llamados a ser Cristo para el prójimo. Esto significa ser hombres y mujeres que acogen la Palabra de Dios (como lo fue María) y que tienen el valor de decirle: “Sí. Lo que Tú digas, Señor,” aunque estemos atemorizados o inseguros en cuanto a lo que Dios nos tiene preparado.
En su impactante exhortación apostólica “Amoris Laetitia” (“La alegría del amor”), el papa Francisco apela a María como el corazón de la Sagrada Familia en su función de esposa y madre. “No desesperemos por nuestros límites—declara el Sumo Pontífice—pero tampoco renunciemos a buscar la plenitud de amor y de comunión que se nos ha prometido” (#325).
La historia del Santuario de Monte Cassino en St. Meinrad, Indiana, da crédito a la novena a Nuestra Señora de Monte Cassino de salvar al poblado de St. Meinrad de la epidemia de viruela de 1871. La fe que el pueblo de Dios depositó en la intercesión de María hace más de 140 años, no ha mermado. Desde la dedicación de la capilla en 1870, miles de personas han visitado la edificación construida en arenisca para ofrecer oraciones y presentar peticiones.
La forma de amar, como María amó, es elevar la mirada hacia Jesús y seguirlo, paso a paso. El camino que recorrió María nos llevará a donde debemos ir. Ella es el punto de partida de todos los que buscan conocer, amar y servir a su Hijo.
Al pensar en ello, no podemos menos que maravillarnos ante la profunda fe y bondad (el espíritu mariano) de nuestra gente. ¡Con toda seguridad María está contenta! Con toda seguridad intercede por nosotros en todo momento, pero especialmente cuando hay dificultades.
Que siempre sigamos su ejemplo y que tengamos la mente y el corazón abiertos para escuchar atentamente cuando ella nos diga: “Hagan todo lo que él les diga” (Jn 2:5). †