Cristo, la piedra angular
Las peregrinaciones marianas reconfortan el alma
“Por su total adhesión a la voluntad del Padre, a la obra redentora de su Hijo, a toda moción del Espíritu Santo, la Virgen María es para la Iglesia el modelo de la fe y de la caridad. Por eso es ‘miembro supereminente y del todo singular de la Iglesia,’ incluso constituye ‘la figura’ de la Iglesia.”
(Catecismo de la Iglesia Católica, #967)
María, Madre de Dios y nuestra madre, ocupa un lugar extraordinario en la historia de nuestra salvación, así como en nuestras vidas cotidianas como cristianos.
El documento del Concilio Vaticano II, titulado “Lumen Gentium” (“Luz de las Naciones”), llama a María “miembro supereminente y del todo singular de la Iglesia” y “la figura” de la Iglesia (#53).
Con razón veneramos a María y seguimos su ejemplo. Ella nos guía hacia Jesús, tal como nos lo recuerda a menudo santa Teresa de Calcuta. Al acudir a María, encontramos a Jesús. Este es el objetivo de todas las peregrinaciones marianas: encontrar a Jesús al buscar y seguir a María.
La semana pasada mencioné el santuario de Monte Cassino en Saint Meinrad que ha sido un lugar de peregrinación desde 1870. La historia de este santuario, que debe su nombre a la histórica abadía benedictina de la región central de Italia, es testimonio del milagroso evento que salvó al poblado de Saint Meinrad, en el sur de Indiana, de la epidemia de viruela de 1871. En aquel entonces, solicitaron la intercesión de María mediante una novena a Nuestra Señora de Monte Cassino, y desde hace 140 años, miles de peregrinos han viajado al santuario cada domingo durante los meses de mayo y octubre.
A lo largo de la historia de la cristiandad, la gente de fe ha realizado peregrinaciones a tierras santas para rezar y pedir alguna gracia (como salvarlos de la epidemia de viruela que amenazaba al pueblo de Saint Meinrad en la década de 1870). Estas travesías religiosas tienen una base sólida en las Escrituras.
Por ejemplo, en el Antiguo Testamento, David trasladó el Arca de la Alianza en una peregrinación (véase 2 Sam 6 y 2 Sam 7) y, en el Nuevo Testamento, san Lucas presenta la travesía de Cristo hacia Jerusalén (véase Lc 2:22 y Lc 19:28–38) como una forma de peregrinación que ejemplifica el camino que todos debemos recorrer para llegar al reino celestial.
Desde hace más de 20 años nuestra Arquidiócesis ha patrocinado peregrinaciones a lugares sagrados, tanto cerca de casa como en sitios distantes, tales como a México (el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe), Europa (santuarios en Alemania, Francia, España, Suiza e Italia) y, por supuesto, a Tierra Santa. Si bien la cantidad de personas que pueden viajar en esas travesías es, forzosamente, limitada, The Criterion realiza una labor excepcional al compartir las peregrinaciones con todos los habitantes del centro y del sur de Indiana, mediante excelentes reportajes y fotografías que se publican en el periódico y por Internet.
Animo a todos aquellos que estén en condiciones de hacerlo, a que aparten un tiempo para realizar una peregrinación, que no tiene que ser algo costoso ni que requiera mucho tiempo. Un viaje por el día a Saint Meinrad para visitar el santuario de Monte Cassino puede obrar maravillas en el alma de las personas ocupadas que desean apartarse del fragor de la vida diaria y procurar el consuelo y el auxilio de la Madre de Dios.
También se pueden hacer peregrinaciones un poco más largas a Belleville, Illinois, o a Green Bay, Wisconsin, para rezar en dos sitios marianos muy especiales: el Santuario Nacional de Nuestra Señora de las Nieves, justo al este de St. Louis, en la diócesis de Belleville, y el Santuario Nacional de Nuestra Señora del Buen Socorro, en Champion, Wisconsin, en la diócesis de Green Bay. Las historias de estos dos santuarios son fascinantes y cada año los visitan miles de peregrinos procedentes de todo el mundo. Desde el centro o el sur de Indiana, Nuestra Señora de las Nieves se encuentra a cuatro o cinco horas en auto, y a Nuestra Señora del Buen Socorro se puede llegar en cuestión de seis o siete horas.
Las peregrinaciones marianas reconfortan el alma: nos recuerdan que María es el portal hacia su divino Hijo, nuestro Señor Jesucristo.
Al viajar a cualquiera de estos santuarios marianos adquirimos la fortaleza para recorrer el camino que representa la finalidad principal de nuestra vida. Al rezar el Rosario y meditar acerca de los misterios que recuerdan los momentos clave en las vidas de Jesús y de su santa madre, nos acercamos más a Él. A través de María encontramos a Jesús. Mediante su intercesión sentimos la ternura y la misericordia que se revelan en el rostro de Dios, tal como nos dice el papa Francisco.
En todo momento, pero durante este mes en especial, acudamos físicamente a la Madre de Dios a través de una peregrinación, o espiritualmente mediante la oración y la meditación. Pidámosle que nos muestra el camino hacia su Hijo. †