Cristo, la piedra angular
Preparémonos para ‘la semana más sagrada de la historia’
“Hallándose en condición de hombre, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz! Por lo cual, también Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que es sobre todo nombre” (Fil 2:8-9).
Dentro de unos días acompañaremos de nuevo a nuestro Señor en el trágico, pero en última instancia, triunfante viaje de su pasión, muerte y resurrección. El domingo de la Pasión de Jesús da inicio a este proceso; junto con él, revivimos su agridulce entrada en Jerusalén entre saludos de “Hosanna en las alturas” (Mc 11:1-10). Luego, como para no dejarse llevar por el falso culto al héroe de la multitud, recordamos con cierto detalle su humillación, sufrimiento y muerte brutal (Mc 14:1-15, 47).
El difunto cardenal arzobispo de Nueva York, John J. O’Connor, se refirió a esta semana que vamos a celebrar como “la más sagrada de la historia.” Es sin duda la semana que transformó toda la historia de la humanidad.
Incluso ahora, 2,000 años después, la fiel observancia de esta semana tiene el poder de ayudarnos a superar la tristeza y el sufrimiento de la existencia humana, aun en tiempos de pandemia. Al “revivir junto a Cristo” los momentos clave de la semana más dolorosa de su vida, el cardenal O’Connor señaló que podemos “encontrar el sentido de su sufrimiento, muerte y resurrección” y, así, prepararnos para la libertad y la alegría de la Pascua.
Mediante las lecturas del Evangelio de la Semana Santa podemos conocer los últimos días de la vida de Jesús. Al reflexionar en oración sobre estos eventos separados, pero íntimamente conectados, podemos participar en la pasión, muerte y resurrección del Señor de una manera que habla directamente a nuestro propio tiempo y nuestras experiencias personales.
Estas lecturas del Evangelio revelan que la Semana Santa está llena de días de extraordinario significado espiritual. El lunes de Semana Santa nos enteramos de que el ambiente en Jerusalén era tóxico. Los sumos sacerdotes estaban conspirando contra Jesús (y su amigo Lázaro), y el aceite perfumado que María, la hermana de Marta y Lázaro, utilizó para ungir los pies del Señor era, en realidad, una anticipación de su entierro (Jn 12:1-11). El gesto generoso y extravagante de María es uno de los últimos actos de calidez y bondad humana que recibirá Jesús hasta que su cuerpo sea bajado de la cruz.
El Martes Santo, nos enteramos de que el grupo de seguidores elegidos por Jesús no podrá apoyarlo en su hora de necesidad. Jesús será traicionado por Judas, y Pedro lo negará tres veces (Jn 13:21-33, 36-38). Las emociones humanas más profundas de aislamiento y abandono, que Jesús experimentará con más fuerza en la cruz, se desarrollan e intensifican a medida que avanza la semana.
El Miércoles Santo nos enteramos del precio que se puso a la cabeza de Jesús (Mt 26:14-25). Por tan solo 30 piezas de plata, será entregado a los sumos sacerdotes. Por supuesto, el rescate que Jesús mismo pagará para redimirnos a los pecadores vale infinitamente más que esto: renunciará a todo a cambio de nuestra salvación y nunca cuestionará si valemos ese precio.
El Jueves Santo, Jesús celebrará su última cena con sus discípulos antes de su pasión y muerte; les lavará los pies como signo de humildad y liderazgo a través del servicio (Jn 13:1-15). También instituirá la Sagrada Eucaristía, el obsequio imperecedero de su entrega a todos los que lo aman. Más tarde, esa misma noche, sudará sangre mientras sus deseos humanos claman a su Padre para que le alivie del sufrimiento que debe soportar, pero únicamente si es la voluntad de Dios.
El Viernes Santo lo someterán al escarnio público, lo torturarán, lo maltratarán y lo humillarán durante su camino al Gólgota (el lugar de la calavera), donde entregará su espíritu a su Padre y exhalará su último aliento (Jn 18:1-19, 42). En un gesto de suprema ironía, se nos invitará a venerar esta misma cruz, que en su día fue el instrumento cruel y profano de su persecución y muerte, pero que ahora se llama santa.
El Sábado Santo, experimentaremos el profundo silencio del descenso de Jesús a la oscuridad y la soledad de la muerte. Por último, se nos invitará a celebrar la Vigilia Pascual y a cantar aleluyas mientras vivimos la sobrecogedora alegría de la resurrección de Cristo de entre los muertos.
La “semana más sagrada de la historia” concluye con la victoria de Jesús sobre el pecado y la muerte, y con la seguridad de que nada de lo que tengamos que sufrir ahora puede anular la alegría de la resurrección de Cristo, ni la profunda esperanza que esto significa para cada uno de nosotros y para nuestro mundo.
Celebremos la próxima semana con seriedad, pero también con una ligereza de corazón que afirme nuestra inquebrantable esperanza en Cristo. Que tengan una feliz Semana Santa. †