Cristo, la piedra angular
Roberto Belarmino, un santo para nuestros tiempos
Hoy, 17 de septiembre, es la fiesta de san Roberto Belarmino, patrono de la Universidad Belarmino, mi alma mater en Louisville, Kentucky. Erudito jesuita y cardenal, Roberto Belarmino (1542-1621) se convirtió en una figura destacada de la Contrarreforma, el esfuerzo por defender a la Iglesia de las acusaciones formuladas contra ella por los reformistas protestantes. Fue canonizado como santo en 1930 por el papa Pío XI, y un año después fue declarado doctor de la Iglesia.
Roberto Belarmino es un santo de nuestro tiempo por su capacidad para argumentar con fuerza, pero con respeto, con quienes no estaban de acuerdo con la enseñanza y la práctica de la Iglesia católica. Entre los muchos ejemplos de su labor, podemos citar dos que resultan especialmente notables, a saber: 1) el papel de Belarmino en el caso de la Iglesia contra Galileo; y 2) su posición sobre la autoridad del Papa como gobernante temporal.
La mayoría de la gente está familiarizada con la disputa de la Iglesia Católica contra el astrónomo italiano Galileo Galilei, que enseñó la teoría copernicana de que la Tierra no es inmóvil sino que gira alrededor del sol. En su momento, esta enseñanza parecía contradecir la Sagrada Escritura tal y como la interpretaban los Padres de la Iglesia. El papa Pablo V pidió al cardenal Belarmino que informara a Galileo de que un próximo decreto de la Sagrada Congregación del Índice condenaría la doctrina copernicana de la movilidad de la Tierra y la inmovilidad del Sol. Se ordenó a Galileo que abandonara esta enseñanza.
Lo que es significativo es la forma en que el cardenal Belarmino abordó esta difícil tarea. En vez de ridiculizar una teoría con la que la Iglesia no estaba de acuerdo, o de demonizar al hombre que la defendía, Belarmino presentó con calma y reflexión la postura de la Iglesia. Cuando empezaron a correr rumores que afirmaban que Galileo había sido maltratado y obligado a abandonar sus enseñanzas, Belarmino redactó un certificado desmintiendo los rumores, afirmando que simplemente se le había notificado del decreto e informado de que, como consecuencia de este, la doctrina copernicana no podía ser “defendida ni sostenida.”
Doce años después de la muerte de Belarmino, cuando Galileo fue llevado ante la Inquisición y acusado de herejía, el certificado de Belarmino fue utilizado como prueba en su defensa.
Muchos años después, el papa san Juan Pablo II encargó un estudio a la Academia Pontificia de las Ciencias que declaró que Galileo tenía razón en sus enseñanzas. En 31 de octubre de 1992, el papa Juan Pablo II lamentó el modo en que se trató el caso de Galileo y admitió oficialmente que la Tierra no era inmóvil, sino que giraba alrededor del sol. El Santo Padre dijo que los teólogos que condenaron a Galileo no reconocieron la distinción formal entre la Biblia y su interpretación. Por lo tanto, dijo, “esto los llevó indebidamente a trasladar al ámbito de la doctrina de la fe, una cuestión que de hecho pertenecía a la investigación científica.”
Mientras enseñaba en Roma, Roberto Belarmino escribió una importante recopilación en tres volúmenes de las controversias de la Reforma protestante y la Contrarreforma católica. Esta obra, conocida como Disputationes y publicada en 1596, se distingue por la forma ecuánime y justa en que analizó las diferencias entre la enseñanza católica y la protestante. Una vez más, Belarmino se negó a maltratar a quienes no estaban de acuerdo con la posición católica. Expuso los puntos de vista de la Iglesia con claridad y convicción, sin rebajar a sus oponentes ni rechazar sus argumentos sin más.
Como consecuencia de su explicación de la noción católica de la autoridad papal, Belarmino se encontró en desavenencia con el papa Sixto V, quien no estaba de acuerdo con su declaración de que el Papa no es el gobernante temporal de todo el mundo y que los gobernantes temporales no derivan su autoridad para gobernar de Dios sino del consentimiento de los gobernados. El Papa Sixto estaba tan descontento con esta enseñanza que amenazó con colocar el primer volumen de las Disputationes en el Index, una lista de publicaciones consideradas heréticas.
La cuestión es que los desacuerdos, incluso los más graves, pueden tratarse con dignidad y respeto. Y cuando se demuestre que una u otra parte está equivocada, si las discusiones se han llevado a cabo de forma civilizada, se pueden ofrecer disculpas y hacer enmiendas.
San Roberto Belarmino es un santo para nuestro tiempo porque a menudo parecemos estar abrumados por las controversias y porque con demasiada frecuencia nuestros desacuerdos son incívicos, feos y ofensivos. Como cristianos, necesitamos civismo y compasión en nuestro trato con las personas con las que no estamos de acuerdo, y cuanto más profundas son las divisiones entre nosotros, más importante es establecer un terreno común.
Pidamos a san Roberto que interceda por nosotros y nos ayude a aprender a discrepar sin ser desagradables. Recemos también para que estemos abiertos a los puntos de vista que cuestionan nuestras ideas previas y, al mismo tiempo, seamos francos a la hora de exponer nuestras propias y firmes creencias. †