Cristo, la piedra angular
Aun en época de sacrificios hay tiempo para la alegría
Oh Dios, que elegiste al obispo san Patricio para predicar tu gloria a los pueblos de Irlanda concede, por sus méritos e intercesión, que los que se glorían bajo el nombre de cristiano no cesen nunca de proclamar a todos tus maravillas. (Colecta).
La fecha de publicación de esta columna es el viernes 17 de marzo, la festividad de san Patricio. Como la mayoría sabe, Patricio es el santo patrono de Irlanda, y el pueblo irlandés se enorgullece especialmente de su santidad y de que haya evangelizado su patria.
A pesar de que esta fiesta conmemorativa tiene lugar durante la Cuaresma, en el Día de San Patricio los descendientes de irlandeses, ya sea que vivan en su país o en el extranjero, y todos los que son irlandeses de corazón, lo celebran con abundante comida, bebida, baile y música.
¿Acaso no contradice esto el espíritu de la Cuaresma? ¿No se supone que debemos pasar estos 40 días ayunando y haciendo penitencia?
La fe y la práctica católicas a menudo se caracterizan por la expresión del “tanto y el como.” Nos resistimos a la rigidez de la mentalidad de “o lo uno o lo otro” y reconocemos que hay momentos y lugares para todo.
Sí, la Cuaresma es un tiempo de penitencia en el que se hace hincapié en la oración y la renovación espiritual. A diferencia de la Navidad y la Pascua, que se centran en las alegres verdades de la encarnación y la resurrección de Cristo, la Cuaresma tiene un aire más sombrío ya que, en definitiva, estamos recorriendo el vía crucis junto a Jesús.
Pero es un error considerar la Cuaresma como un tiempo de tristeza y sufrimiento. Ayunamos, rezamos y hacemos obras de caridad durante la Cuaresma como preparación para la alegría de la Pascua. Conscientes de que el sufrimiento y la muerte que Cristo padeció fueron necesarios para liberarnos de las consecuencias fatales del pecado y de la muerte, renunciamos a cosas buenas y hacemos otros sacrificios para apreciar más plenamente el gran don que hemos recibido mediante la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor.
El calendario litúrgico de esta época del año reconoce la naturaleza dual de nuestra experiencia.
Este año, por ejemplo, la solemnidad de san José, esposo de la bienaventurada Virgen María, se celebra el 20 de marzo, en lugar del 19, para dar precedencia al cuarto domingo de Cuaresma, conocido como domingo de Laetare, que en 2023 cae el 19 de marzo.
Todos los domingos de Cuaresma están exentos de los requisitos de ayuno de la temporada, pero en este en particular se utiliza el color morado o rosado, se permite tocar música instrumental y se puede decorar el altar con flores. Todavía estamos en el tiempo penitencial de la Cuaresma, pero la Iglesia hace un breve receso, por así decirlo, para recordarnos que estamos destinados a la alegría. “Todos ustedes, los que aman a Jerusalén, ¡alégrense y regocíjense con ella!” proclamamos en la antífona de entrada. “¡Llénense de regocijo por ella, todos los que por ella se han entristecido! Porque ella los amamantará en sus pechos, y los consolará y dejará satisfechos” (Is 66:10-11).
El fin de semana siguiente, el 25 de marzo, se produce una ruptura similar del espíritu cuaresmal durante la solemnidad de la Anunciación del Señor. Se trata de una celebración litúrgica particularmente gozosa porque recuerda el momento en que el ángel Gabriel anunció que María estaba destinada a ser la madre de nuestro Salvador, y ella aceptó libremente la voluntad de Dios para con ella. Sabemos (y María seguramente intuyó) que vendrían muchas penas, pero una vez más nuestra fe refleja la verdad de que tanto la alegría como la tristeza forman parte de la condición humana. Lo que es significativo para nosotros es que creemos que la alegría de la Pascua triunfa sobre todo nuestro dolor y tristeza.
La Cuaresma es el tiempo litúrgico que nos prepara para soportar las dificultades y los dolores del discipulado cristiano con el fin de experimentar la alegría duradera que acompaña nuestra redención.
Sí, la Cuaresma es un momento de penitencia, de oración, de ayuno y de buenas obras, pero no es un tiempo para estar abatido o sombrío sino de practicar lo que predicamos: que si seguimos a Jesús, todas nuestras penas se cambiarán por alegría, y todos nuestros miedos serán vencidos por la paz de Cristo resucitado.
Así pues, no dudemos en celebrar hoy el día de san Patricio, el próximo lunes el día de san José y el sábado siguiente la solemnidad de la Anunciación. Y alegrémonos este fin de semana en el domingo de Laetare con la confianza y la esperanza que sólo pueden venir de la fe en la victoria de nuestro Señor sobre el pecado y la muerte.
Tanto el dolor como la alegría se reflejan en este tiempo penitencial de Cuaresma. Demos gracias a Dios por el testimonio de todos sus santos y mártires, las mujeres y los hombres que nos han precedido, pero que caminan con nosotros incluso ahora, en el camino sinodal de la Cuaresma. Junto con ellos, debemos tomarnos en serio la llamada tanto a hacer penitencia como a alegrarnos.
Lá fhéile Pádraig sona dhaoibh! ¡Feliz Día de San Patricio! †