Cristo, la piedra angular
Una visión para la paz en nuestros corazones y en nuestro mundo
“Estoy convencido de que la verdad desprovista de armas y el amor incondicional tendrán la última palabra.” (Dr. Martin Luther King Jr.)
El lunes 15 de enero nuestro país conmemora el Día del Dr. Martin Luther King Jr. Han pasado casi 56 años desde el asesinato del Dr. King el 4 de abril de 1968, pero los temas que le preocupaban—especialmente el racismo y la violencia—siguen siendo fuerzas dominantes a las que debemos enfrentarnos en nuestra sociedad actual.
El Dr. King creía que todas las mujeres y todos los hombres son iguales, creados a imagen y semejanza de Dios. Independientemente de nuestras diferencias (raza, género, política, situación económica o creencias religiosas), somos hermanas y hermanos llamados a amarnos los unos a los otros sin excepción, y a valorar y defender los derechos humanos y civiles de todos.
“Me niego a aceptar la visión de que la humanidad esté tan terriblemente sometida a la abyecta oscuridad del racismo y la guerra que la alborada de la paz y la hermandad jamás pueda convertirse en realidad,” declaró el Dr. King. “Estoy convencido de que la verdad desprovista de armas y el amor incondicional tendrán la última palabra.”
Esta poderosa visión, bellamente articulada en el famoso discurso del Dr. King titulado “Tengo un sueño,” ha influido en millones de personas de todo el mundo.
Por desgracia, las fuerzas del racismo y la violencia siguen presentes en nuestro mundo y resisten a todos los esfuerzos por superarlas. La tragedia de la guerra en Tierra Santa, en Ucrania y en otras regiones del mundo es un recordatorio patente de que se necesitan desesperadamente soluciones no violentas.
Del mismo modo, el resurgimiento del antisemitismo, el racismo y muchas otras formas de indiferencia hacia los derechos y la dignidad de los demás exigen una profunda renovación del compromiso con los principios del Dr. King.
El Dr. King estaba decidido a que la revolución que propugnaba no fuera violenta, ya que sabía que la violencia no era el camino que conduce a la paz universal y a la hermandad.
“La oscuridad no expulsa a la oscuridad; solo la luz puede lograrlo,” afirmó el Dr. King. “El odio no expulsa al odio; solo el amor puede lograrlo.”
Solamente el amor puede superar el poder del pecado y de la muerte; solamente el amor puede unir a los pueblos profundamente divididos por el odio, los prejuicios y la historia de injusticias. Solamente el amor puede sanar las heridas enconadas del racismo y la destrucción física, emocional y espiritual que provoca la violencia.
Tristemente, tantos años después del fallecimiento del Dr. King, el racismo y la violencia continúan siendo fuerzas dominantes en la vida diaria de los estadounidenses, así como también para nuestros hermanos en todo el mundo. Pese a los avances que se han logrado en el transcurso de las últimas cinco décadas, todavía tenemos mucho que aprender de las enseñanzas del Dr. King en cuanto a que el odio no expulsa al odio y que solo el amor puede lograrlo.
En cada nuevo año, nuestro Santo Padre, el Papa Francisco, apela a la conciencia de los líderes mundiales y de todos nosotros para que nos concentremos en la paz. Ninguno de los problemas que enfrenta el mundo pueden resolverse a través de una guerra. La paz y la hermandad que buscamos deben alcanzarse perdonando las heridas y las injusticias del pasado, y mediante la determinación de “reparar el mundo” a través del respeto mutuo y el diálogo, así como del compromiso de aceptar responsabilidad por el prójimo, como miembros de una misma familia humana con , igualdad de derechos humanos y dignidad.
Durante su primer mensaje de la Jornada Mundial de la Paz, el año pasado, el Papa Francisco expresó:
¿Qué se nos pide entonces? En primer lugar, dejar que la experiencia de la crisis transforme nuestros corazones, permitir que en este momento de la historia Dios transforme los criterios a los que nos hemos acostumbrado para ver el mundo que nos rodea desde otra perspectiva. Ya no podemos pensar sólo en preservar el espacio de nuestros intereses personales o nacionales, sino que debemos concebirnos a la luz del bien común, con un sentido comunitario, es decir, como un “nosotros” abierto a la fraternidad universal. No podemos buscar sólo protegernos a nosotros mismos; es hora de que todos nos comprometamos con la sanación de nuestra sociedad y nuestro planeta, creando las bases para un mundo más justo y pacífico, que se involucre con seriedad en la búsqueda de un bien que sea verdaderamente común.
Nuestro Santo Padre cree firmemente que para construir una paz duradera, y para vivir mejor, debemos reconocer que las numerosas crisis morales, sociales, políticas y económicas que estamos viviendo están interconectadas, y lo que vemos como problemas aislados son en realidad causas y efectos unos de otros. Seguramente el Dr. King estaría de acuerdo con este enfoque para lograr un cambio social pacífico.
¡Que la intercesión de María, Reina de la Paz, y el testimonio del Dr. Martin Luther King Jr., nos inspiren a rechazar “la abyecta oscuridad del racismo y la guerra” y que nos dediquemos de todo corazón a “la alborada de la paz y la hermandad” que solamente puede provenir de Jesucristo, quien es la personificación de “la verdad desprovista de armas y el amor incondicional” en nuestro mundo. †