The Eucharist: God’s Greatest Gift
Ministerio Hispano / Felix Navarette
¿Qué poder tiene la Eucaristía en tu vida?
¡La Eucaristía lo es todo, y sin Él no tenga nada! Desde mi niñez, la fe ha sido parte esencial en mi vida, recuerdo asistir a la iglesia con frecuencia, y visitar la capilla del Santísimo Sacramento acompañado de mi abuela materna —quien continúa siendo hasta hoy, a pesar de no estar físicamente entre nosotros, una fuente de inspiración para mi— ella era Dama Salesiana de nuestra Parroquia San Juan Bosco, y me introdujo a la adoración eucarística los jueves de cada semana. Ahí comenzó una historia de amor que no tendrá final.
En la relación que Dios quiere mantener con nosotros —aún sabiendo que El no obtiene ningún beneficio— existe, de cierta forma, una especie de sed mutua, tanto de nosotros hacia Él, como una respuesta casi instintiva, propia de nuestra naturaleza mortal, como también de El hacia nosotros. En este último caso, Dios no solo quiere comunicarse o revelar su Señorío a sus creaturas, sino que busca morar entre nosotros, y permanecer por siempre bajo las apariencias del pan.
Las palabras de Santo Tomás de Aquino en su muy conocido himno Adoro te devote —que de hecho es uno de mis favoritos— describen perfectamente el sentimiento que brota de nuestros corazones al contemplar la presencia de Jesús en la Sagrada Hostia. Esta vivencia de “someter el corazón por completo y rendirnos totalmente al contemplarlo”, ha sido de gran ayuda en mi vida de adulto, tanto en el desarrollo de mi vocación como esposo y padre de cuatro hijos, como en el ejercicio de mi ministerio por los últimos 12 años, pero, sobre todo en los momentos de tribulación cuando todo parecía derrumbarse a mi alrededor, y la esperanza parecía apagarse luego que mi esposa sufría gravemente las consecuencias de una negligencia médica durante el nacimiento de nuestro menor hijo, que la dejó en cuidados intensivos por una semana, y casi un mes internada en el hospital. Aunque aquello parecía ser un calvario lento, y ante los pronósticos no muy alentadores —que caracterizan a algunos profesionales de la ciencia— Dios obró milagrosamente, como suele actuar a veces, dejando a muchos sin palabras y mi esposa recobró la salud tras decenas de procedimientos. ¿Qué sucedió? ¿Cómo ocurrió aquella proeza? Bueno, durante todo este tiempo que parecía no transcurrir, en los momentos que podía escaparme del hospital, visitaba a Jesús en el Santísimo Sacramento en una capilla cercana, mi oración consistía en dos cosas, la recuperación de mi esposa, y la fortaleza espiritual que necesitaba para seguir adelante, y El me escuchaba, ¡de eso estoy seguro! Todo ese tiempo ante su presencia, era una oportunidad de consuelo y renovación, ¡lo recuerdo como si fuese ayer! Han pasado casi 9 años desde aquella oportunidad en la que Jesús quiso darse a conocer más profundamente a nosotros. ¡Qué grande es Dios!
¿Cómo nos mantenemos en pie en medio de las dificultades? ¿De dónde provienen las fuerzas para seguir adelante? ¿Cómo somos tan resilientes?, son preguntas muy comunes de nuestra humanidad limitada. La Eucaristía es alimento para el alma, lo he escuchado muy a menudo —aunque solo logré comprobarlo al atravesar situaciones complejas— sí, ¡es cierto! “La Eucaristía restaura y nutre verdaderamente, sacia en sumo grado no el cuerpo, sino el corazón; no la carne, sino el espíritu; no las vísceras sino el alma,” Papa Urbano IV dijo en la bula que instituyó el Corpus Christi en 1264. En tanto, si en mi vida hay sufrimiento, tristeza, o ansiedad, la receta será siempre la misma: Tomar con frecuencia un pedacito de pan y rendirse por completo. Es práctico, personal y poderoso. †